El site www.festivalesdepop.com realizó un interesante artículo sobre la eternal batalla entre la música digital y la música análoga y no pudimos evitar compartirla con ustedes.
Vinilo o CD: ¿qué suena mejor?, un artículo de Chema Helmet
Lo dicen la teoría y la práctica
Para entrar en materia nos referimos a un artículo (1)(que en realidad no nos aclaró mucho nuestras dudas), que afirma que en la práctica la calidad de sonido del cedé es superior, pero en la teoría la calidad del vinilo es superior. Lean, lean:
«El disco compacto o cedé es un soporte de sonido en el que se graba digitalmente. Esto quiere decir que el sonido no pierde calidad aunque pase el tiempo siempre y cuando, claro está, el disco compacto esté bien cuidado y no tenga rayas ni arañazos. Asímismo, proporciona una calidad de sonido superior a la del vinilo.
En teoría, el vinilo tiene más calidad que el cedé al ser un formato analógico, pero las partículas de polvo que se acumulan en los surcos del vinilo por muy limpio que esté producen una serie de sonidos llamados “clicks”, que resultan molestos y su acumulación produce un chisporroteo, con lo que al final se pierde calidad».
¿La culpa es del jitter?
En Audionirvana (2), Ernest Ruiz afirma que el cedé se escucha peor que el vinilo por culpa de un error de lectura llamado «jitter»:
«(…) está comprobado que el elepé suena mejor que el cedé. El problema básico (aunque no el único) de los cedés es un error de tiempo en la lectura de los datos denominado jitter (…). En un cedé la música está codificada como una secuencia de 1 y 0. Un pasaje de una sinfonia puede ser algo así: 110001110011100. Pero resulta que el cedé no lo lee todo seguido sino que lo lee de un modo similar a éste: 110…001…11001…1100 (los puntos suspensivos son pausas). Esa pausa, ese error de tiempo es el jitter. La reproducción por lo tanto no es idéntica a la original. Si a esto añadimos el hecho de que la tasa de bits y la frecuencia de muestreo sólo llegan a 16 bits y 44,1 KHz, nos percatamos de que en realidad tenemos un soporte que no es tan bueno como a primera vista parece.
El único soporte que es una copia exacta de un original y es reproducido sin error es el elepé (dejando de lado ruiditos, clics y demás que no son errores inherentes al soporte en sí, sino factores externos).»
La guerra del volumen
No sólo se trata sólo de comparar la calidad entre vinilo y cedé, es que ahora resulta que los cedés editados desde hace no muchos años son víctimas de la llamada «guerra del volumen» (loudness war) en la que el márquetin le gana la partida al sonido. Nos lo explican muy bien en un artículo aparecido en Least significant beat (6):
«Según tu capacidad auditiva y el nivel de “entrenamiento” de tu oído, es posible que hayas observado que no todos los cedés originales suenan bien. Esto puede suceder por varios motivos, pero recientemente -desde el 2006 aproximadamente- la baja calidad se ha acentuado especialmente en casi todos los cedés modernos de música tipo más comercial. Esto se conoce como Loudness War (algo así como “Guerra del volumen”). Es un problema causado intencionadamente en el proceso de masterización, donde se sacrifica la calidad en pro de un mayor volumen de grabación. Las grandes compañías discográficas son quienes más lo hacen, es una cuestión de márquetin. Aquí tenéis un video ilustrativo que nos muestra este proceso de un modo muy gráfico:
«Lo que se puede ver en la primera imagen es la representación de las frecuencias de una pista de audio perteneciente a un cedé de 1989. Aproximadamente en el centro de la imagen se pueden ver dos grandes picos muy juntos que corresponden a la caja de percusión. Escucha cómo suena. En la masterización, como esos picos ya alcanzan el volumen máximo que el cedé permite (eje vertical del gráfico), para aumentar aún más el volumen de la grabación es necesario aplicar más amplificación a los valles y menos a los picos.
Eso es lo que pretende representar las líneas horizontales que aparecen en el vídeo “estirando” parte de la forma de onda y acercándola al límite cuanto se pueda. El gráfico resultante es típico de un disco editado más recientemente. De nuevo puedes escuchar como queda el resultado. Definitivamente suena más fuerte, y parece tener buena calidad…
Así es como compras el disco. Para comprobar gráficamente cómo ha quedado, lo que ves a continuación en el vídeo es el equivalente a ajustar el volumen en casa a un nivel “normal”, concretamente al mismo que estaba el original. Desgraciadamente, ese tratamiento probablemente haya cambiado el sonido. Lo que se ha perdido aparece superpuesto en rojo en el vídeo: Parte de los golpes de batería y otros sonidos de alto volumen dentro del conjunto del tema musical, que precisamente son una característica esencial del sonido de cada instrumento -y por consiguiente también de la suma de todos ellos-. ¿Cómo se percibe es cambio? Ahora puedes escuchar cómo ha quedado, y a continuación escucharás de nuevo el original, sin tratamiento. Escucha varias veces estas dos últimas versiones de la muestra si es necesario, para apreciar mejor la diferencia. No sólo es bastante apreciable la pérdida en la fuerza de la percusión, sino que se ha perdido lo que el autor del vídeo llama feeling: La muestra original se percibe más nítida y “viva” que la procesada».
La teoría Neil Young
El responsable del sello Acuarela, Jesús Llorente (3), apela a la subjetividad para defender la superioridad sonora del vinilo. Es la «teoría Neil Young»:
«(…) En un Time Out de agosto, (…) se incluía la llamada teoría Neil Young. El ilustre autor norteamericano piensa que, como el cedé tiene un formato digital -no es música como tal, sino sonido dispuesto en forma de códigos binarios-, podemos advertir absolutamente todos los detalles de una canción la primera vez que la escuchamos.
Y, como nada se esconde a la sensibilidad del oído, el cerebro no se siente impulsado a poner el cedé por segunda vez. «En realidad, no estás escuchando música -añadía-, sino códigos y dígitos, tonos y frecuencias que recrean el sonido de la música».
(…) Hay una forma de probar esto: ponemos un vinilo de 180 gramos, y un cedé del mismo título. En una primera escucha, tenemos la impresión de que el cedé suena mejor, tal es su brillantez y claridad; poco a poco, en segundas y terceras audiciones, las preferencias se igualan, pero, al final de la sesión, un vinilo produce una menor sensación de cansancio o saturación. El sonido orgánico de un acetato es más natural (…) El sonido de un disco de vinilo es analógico desde la fuente hasta la salida; no experimenta cambios de onda decisivos en un buen equipo. La información sonora de un disco compacto es en cambio, digital. Al salir se debe convertir nuevamente en analógica y, para ello, ha de reducir las curvas originarias de sonido a 0 y 1, con lo que se pierden matices. Quizás sea esa la razón por la que Sony/Philips lanzó la idea del reproductor de CD Super Audio, con el reclamo de que el sonido poseería “la misma calidez del vinilo”».
Errores digitales
Si has llegado leyendo hasta aquí, no debes perderte entonces un artículo de Fernando Moraleda(4). Aunque es un poco extenso y técnico, creo que merece la pena.
«El sonido digital del cedé es peor que el sonido analógico en ciertos aspectos de una importancia clave para conseguir en la escucha, lo que suele denominarse, naturalidad, calidez, ambiente, resolución en microdetalles, etc. Resumiendo, “musicalidad”. (…) no es el disco cedé lo que esta “mal”, sino el “idioma” (formato) en que se “escriben” los datos, por lo que bastaría mejorar el ”idioma” para aumentar las prestaciones del cedé. (…) ¿Por qué el sonido digital no es todo lo satisfactorio que se esperaba?.
Estas deficiencias del audio digital se han venido llamando Error de Muestreo, que tiene que ver con la respuesta en frecuencia y por tanto con los armónicos y el timbre de los sonidos, Error de Cuantificación, relacionado con la resolución y causante de distorsión. Además del jitter que se refiere a la sincronización de todo el “tinglado”.
Empecemos por el error de cuantificación. En un sistema digital el valor de la distorsión es constante con el nivel de la señal, lo que significa que el porcentaje es inversamente proporcional al tamaño (amplitud) de la señal, mientras que en un sistema analógico el valor absoluto de la distorsión no es constante con la amplitud, de forma que el porcentaje es prácticamente constante con el tamaño de la señal. Este es el principal ”talón de Aquiles” de cualquier sistema digital. Debido a esto es por lo que suele afirmarse que ningún sistema de audio digital sonará jamás mejor que su equivalente analógico.
Por tanto cuando la señal es muy pequeña, tendremos unos porcentajes de distorsión muy elevados, lo que provoca, a diferencia del analógico, que la señal en cuestión sea irreconocible. Para disminuir esta distorsión, hay que saber que un bit más de resolución, equivale a reducirla a la mitad. (…) Lo que nos lleva a considerar cual es la cuantificación mínima ideal (…) Se han llegado a establecer unos valores más o menos aceptados en la industria, (…) que traducido al audio digital significa 20 bits de resolución como mínimo frente a los 16 del cedé. Con estos 20 bits se (…) situaría a los sistemas digitales globalmente por encima de cualquier medio analógico existente a nivel doméstico e igualaría, posiblemente, a los profesionales.
Pero el cedé también tiene dificultades debidas a una escasa frecuencia de muestreo. La reconstrucción de la forma de una onda, en la codificación digital del cedé es algo parecido a querer definir gráficamente una circunferencia con solo tres puntos unidos por rectas, el resultado obvio es un triángulo no una circunferencia. Para aproximarse a dicha circunferencia hace falta una cantidad mínima de puntos que podría ser de 8 (octógono), para una reproducción minimamente aceptable. Esto equivale, en el cedé a aumentar la frecuencia de muestreo (…) Son necesarias un mínimo de 8 muestras por ciclo, es decir, 160 000 muestras por segundo. El cuádruple del cedé.
Además de lo explicado hasta ahora, no hay que olvidar un problema que es común a todos los sistemas de transmisión digital, y que se llama jitter, que es una desincronización del flujo de datos digitales.
La acción combinada de estos defectos (…) produce lo que se ha dado en llamar, “sonido digital”, con los atributos de: frío, sin alma, metálico, agresivo, áspero, etcétera. Me atrevería a decir, aún a costa de ser subjetivo, que el error de cuantificación causa la desaparición de los detalles más sutiles de la música (los de más débil amplitud, y por tanto afectados por la distorsión), que proporcionan esa sensación de ambiente y alma en la interpretación.
Por otro lado el error de muestreo es el culpable de cierta uniformidad “metálica” de los timbres altos y posiblemente también de la falta de calidez de las frecuencias bajas. Y por último los aspectos relacionados con la aspereza y agresividad tienen, siempre según mi opinión personal, su origen en el jitter y la acción conjunta de los otros dos. (…) Con todo esto, queda claro que un sistema capaz de superar estas deficiencias debería disponer de un margen dinámico de 120 dB o más y una banda pasante de 80.000 hertzios o más.
Es esperanzador que los nuevos formatos en liza para sustituir al cedé cumplen sobradamente estas especificaciones. Falta por ver cual de los sistemas (SACD y DVD-A) consigue implantarse. Al respecto es interesante señalar una ligera ventaja del SACD en cuanto a la naturalidad de su sonido, referenciada por algunos expertos internacionales. Aunque se trata de diferencias mínimas, ya que por contra, el DVD-A compensa el tema de la distorsión con una mayor resolución de amplitud (de 24 bits, mientras que la del SACD equivale a 20 bits).»
El margen dinámico
No todo está perdido para el cedé, en Ciencia 15 (5) afirman que el sonido del cedé es mejor que el del vinilo:
«(…) El vinilo no es capaz de grabar hasta 20 Khz, el cedé hasta 22 Khz. El vinilo no es capaz de separar los dos canales estéreo con la misma nitidez que lo hace el cedé. En el cedé son dos
canales separados, en el vinilo, sólo hay una aguja lectora y vibra en vertical para un canal y en horizontal para otro; pero es una lectura mecánica. Es imposible que al leer -pongamos por caso una vibración vertical- no vibre un poco en el horizontal. Es una aguja mecánica: un diamante. Es decir, los canales se mezclan.
El vinilo se lee con una aguja de diamante. Al pasar por encima de la pista, no sólo vibra, también desgasta la pista. Lo primero que se carga son las altas frecuencias. Sólo con una lectura ya ha perdido las frecuencias más altas. El cedé lo lee un láser. La lectura no es destructiva, se puede leer cuantas veces se quiera.
En el vinilo el margen dinámico -los decibelios que hay entre en sonido cero y el más alto- es mucho menor que en el cedé. Todo ello significa que el sonido del CD es mejor que el del vinilo.»
¿Alguien lo tiene claro?
En fin, pues después de leer todos estos artículos, resulta que estoy más confuso que antes de empezar, y lo que es peor de todo, que no sé si suena mejor un vinilo o un cedé. A ver si al final van a sonar los dos igual (de mal)…