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Top Ten: Los Psycho Killers del cine, por Sergio Monsalve (Primera Parte)

Herederos de la mitología griega, del apocalipsis de la Biblia, del infierno del Dante, de las pinturas negras, del expresionismo germánico, del lado oscuro de la fuerza, de la banalidad del mal, de la historia universal de la infamia. Sedientos de hemoglobina, de venganza, de pulsiones ocultas. Estudiados por Freud y el psicoanálisis.

Por Sergio Monsalve // @sergioxxx

Hijos de las crisis, las depresiones, las estéticas de la crueldad, las vanguardias, los genocidios, los holocaustos, los conflictos bélicos, las miserias de la civilización. Componen una familia disfuncional de monstruos humanos y metafísicos. En adelante, los agrupamos en una lista de las diez principales raíces de su árbol genealógico. Hoy compartimos la primera parte de dos entregas.

1) Norman Bates

Nieto del vampiro de Düsseldorf y de la pantalla demoníaca alemana, el primer personaje del conteo fue inmortalizado por Anthony Perkins, basado en la vida del carnicero Ed Gein. A punta de cuchilladas, la mente perversa de Alfred Hitchcock pica en dos la evolución del género. “Psicosis” inaugura la fase del terror moderno, asesinando a la supuesta protagonista a la mitad del metraje. Antes y después, conoceremos al atormentado alter ego del realizador inglés, quien aparenta no matar una mosca. Pero tras su fachada de hombre introvertido y educado, anida la barbarie de una víctima de sus complejos, fetiches y represiones. A la postre, imprimirá un sello de fábrica y cumplirá el ciclo de sus descendientes: irse desdibujando en una colección de copias descoloridas y barajitas repetidas.

2) Leatherface

Según el documental “La Pesadilla Americana”, Cara de Cuero y “La Matanza de Texas” resumen el estado anímico del síndrome de Vietnam, bajo la sombra de Watergate, la renuncia de Nixon, el descalabro político y el fin de la contracultura. De la mano de Tobe Hooper, un torpe y robusto demente persigue con una motosierra a los últimos emblemas de la primavera hippie, para desmembrarlos y convertirlos en el alimento de una comuna de seres chiflados. Polvorienta, asfixiante, revulsiva y tragicómica, la obra cambia las reglas del juego dentro del filón. De los ambientes europeos y nocturnos, pasamos a un clima irrespirable de sangre, sudor y lágrimas, al calor de una atmósfera westeriana. Una de las cimas de los años setenta. El nacimiento del pánico verité, salpicado por chispazos y vísceras de humor negro.

3) Michael Myers

Abstracto, sigiloso, inexpresivo y metódico. El cerebral John Carpenter lo diseña a la medida de su envergadura intelectual y artística, al replantear la poética del plano secuencia y del minimalismo de Antonioni, con el claro objetivo de estremecer a la generación del disco music, en la víspera de la celebración de Halloween. Así compone un retrato de la figura del stalker, anticipando el auge de los acosadores de la red social. Myers se encapricha y enamora, a su manera sádica, de los pantalones de bota ancha y las plataformas de Jamie Lee Curtis. También la intentará penetrar con su arma filosa y fálica. La bella y la bestia en versión splatter. Otro antihéroe espectral y romántico para el recuerdo.

4) Jason

El viernes trece es su día de acción de gracias. Los entendidos lo asocian con una mutación de los valores conservadores y reformistas de los ochenta. Por ello, es sinónimo de coitus interruptus, de decapitaciones y escabechinas de parejitas de jóvenes calenturientos. Porta un machete y una careta de hockey. No perdona a los invasores y turistas ocasionales de sus dominios, siempre en busca de diversión, sexo, drogas y rock and roll. Jamás contó con el respaldo de la crítica. Lo clonaron hasta decir basta. Merece una resurrección digna, a cargo de un verdadero genio contemporáneo. ¿Se lo imaginan de vuelta con Rob Zombie? Esperamos por su regreso épico.

5) Freddy Krueger

El de los guantes con hojillas, el cuerpo quemado, la sonrisa pícara, los comentarios ácidos, las rutinas salvajes e hilarantes. La revisión caricaturesca y gore del arquetipo, a la luz de la óptica dadaísta de Wes Craven. Aplica la ley del ojo por ojo, en escenas de corte onírico, cuando duermen los retoños y amigos de sus verdugos. Los padres de un suburbio lo liquidaron, prendiéndolo en fuego. Aunque retorna como un espíritu burlón, como un cadáver insepulto, para aniquilar los sueños de chicos ingenuos e inmaduros, a quienes manipula a placer, cual marionetas al borde de la destrucción y la mutilación. Agotada la fórmula, comenzó el show de la parodia autoconsciente. Y Freddy Krueger fungía, con garra y orgullo, el papel del dueño del circo. Luego lo juntaron con Jason y el cuento se terminó. Lo del versus ya no funciona.

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