Todos conocemos El Grito de Edvard Munch, una pieza de 1893 que ha trascendido en la historia al igual que muchos otros artistas, bien en la pintura, baile o música, como Pink Floyd.
En el 2012, como una especie de tributo, Sebastian Cosor unió ambas disciplinas que parecían muy distantes: los toscos brochazos ondulados de Munch y los paisajes sonoros cortesía de Pink Floyd. Dos mundos que por tiempos y formatos nunca hubieran podido co-existir, sin embargo, de la mano de algunos adelantos creativos, Cosor logró hacerlo de forma muy atinada.
Les dejamos el sencillo pero emotivo corto aquí: