Por Humberto González Bustillo / @bertgonzalezb
Son algo así como 10 años de preparación lo que trae el último álbum del músico proveniente de la capital estadounidense. Con canciones viejas y nuevas propuestas, Justin Shapiro invita a un viaje interesante por sus pensamientos y su visión de la sociedad con “Campfire Party”.
El disco, que cuenta con 11 temas, se pasa por varios géneros ya conocidos por el músico de Washington. Desde la americana hasta el folk y lo más alternativo, “Campfire Party” inicia con “Lost in Time”, un excelente tema que sirve de abreboca para lo que prepara Shapiro para el resto de los temas. Sin embargo, hay algo que, aparte de toda la sensación de diversión que emana el disco, es imposible ignorar. Y es la sensación que se encuentra presente en muchas de las producciones independientes: una incapacidad por subvertir cualquier elemento que esté involucrado en la creación musical.
Shapiro es un músico a la vieja usanza, en todos los sentidos. Quien busca la diversión detrás de componer un tema, de tocar la guitarra, de cantar frente al micrófono. Y que no se involucra en cuestionamientos sobre las posibilidades de los géneros o la música, y que su implicación en una búsqueda es casi inexistente. Y que visiones políticas y sociales, más allá de un comentario superficial sobre la sociedad, son casi invisibles.
Es quizás el problema más grande que implica realizar un disco durante tanto tiempo, sin tener claras las intenciones desde un principio. Aunque lo del tiempo es relativo, quizás el principal enigma está en entender la intención detrás de hacer un disco así. Que se siente bien escucharlo, pero que mayormente, se siente como un disco que pasará desapercibido y quedará en la biografía del músico.
A pesar de ser un disco divertido y entretenido, no es suficiente quedarse allí. Y es lo que sucede con “Campfire Party”. Quizás el mismo nombre lo dice, y quizás le esté dando mucha lectura a una pieza que no lo requiere. Pero para este servidor, no es suficiente. Llámenme Teddy Perkins…