A Walter Josef Fischer se le conocía en Hamburgo, Alemania, como OZ, uno de los artistas callejeros más importantes de dicha ciudad.
A pesar de tener este status de leyenda, nadie lo hubiese reconocido en la calle como un anciano, lento y con la piel arrugada.
Antes de morir, Fischer cambió, con una lata de aerosol, la cara de dicha ciudad. Esta es su historia: