Especiales 

Top Ten: Los Psycho Killers del cine, por Sergio Monsalve (Parte 2)

Herederos de la mitología griega, del apocalipsis de la Biblia, del infierno del Dante, de las pinturas negras, del expresionismo germánico, del lado oscuro de la fuerza, de la banalidad del mal, de la historia universal de la infamia. Sedientos de hemoglobina, de venganza, de pulsiones ocultas. Estudiados por Freud y el psicoanálisis.

Lee la primera parte de este artículo aquí.

Por Sergio Monsalve // @sergioxxx

6) Chucky

El papá de “Annabelle”. Muñeco de vudú, fabricado por las manos artesanales de Don Mancini. Reconocible por su atuendo, su braga, su cabello rojo, su carita de no partir un plato, de hermanito inocente de las “Cabbage Patch Kids”. Poseído por el espíritu de un criminal, cobra vida y siembra el terror, desde las jugueterías hasta las quintas de clase media, donde se siente cómodo y en casa para cometer sus travesuras macabras. En realidad, es un “Garbage Pail Kid” con cuchillo en mano y el slang de un malandro “white trash”. De sus derivados, rescatamos la mejor de la serie, “La Novia de Chucky”, réplica despiadada de “Natural Born Killers”, no apta para niños, mentes adocenadas, esnobistas de cualquier especie. Una broma pesada y cutre. La gracia devino en morisqueta, cuando exageraron la nota de las secuelas. También aguardamos por su digna resurrección.

7) Hannibal Lecter

El caníbal de gustos refinados, sofisticados. El verdadero “Psiquiatra” manipulador de sus pacientes. A no comparar con Edmundo Chirinos y sus dudosas reencarnaciones literarias, audiovisuales, teatrales. Escuchaba música clásica, antes de moler a palazos a un pobre guardia de seguridad. Sus diálogos y frases en “El Silencio de los Inocentes” fueron tan densas y profundas, al punto de tumbarle las defensas a la anticuada academia de Hollywood, negada a reconocer la relevancia conceptual del género. Pero no había manera de escamotearle el Óscar a Hopkins y su pandilla de monstruosos creativos. Friendo sesos y bebiendo una copa de Chianti, la película pasaba de contrabando un mensaje anunciado por Benjamin y las víctimas de los campos de concentración. La cultura no necesariamente redime el espíritu, nos humaniza y conduce al estado de bienestar. Allí radica la intransferible radicalidad del personaje, un poco desdibujado por sus posteriores clones. Inolvidable su uniforme, su traslado en carretilla, su camisa de fuerza, su máscara de perro rabioso.

8) John Doe y Henry

Dos por uno. Los juntamos porque se negaron a formar familia, a multiplicarse como los panes en franquicias estériles. El primero le cambia vida y la perspectiva moral a Brad Pitt en “Seven”, obra maestra de David Fincher. Lo incorpora el metódico y sosegado Kevin Spacey, en uno de sus papeles cumbres. Es uno de los arquetipos de la maldad de los noventa: cerebral, transpolítica, anómica , kamikaze y planificada como un acto impune de venganza poética, sin complejos de culpa. El segundo es su polo opuesto, Henry Lee Lucas, la esquizofrenia pura de un despojo, de un desecho del sistema. Un sádico y un psicópata carente de filosofía, de coartada, de estructura, de orden. El genio de John McNaughton lo inmortaliza en un filme de serie z, considerado por Martin Scorsese como uno de los grandes debuts de la última década del siglo XX. Imperecedera por su música escalofriante, su tensa puesta en escena, su hiperrealismo suburbial y sus espeluznantes secuencias de las atrocidades cometidas por el protagonista.

9) Jigsaw

Lo descubrimos montado en un triciclo. Su alter ego es una marioneta maquillada con circulitos en las mejillas. Escogía a los mártires de su calvario, después de estudiarlos y secuestrarlos. Con su voz cavernosa del más allá, los invitaba a participar de un juego siniestro. Pegó del techo un puñado de oraciones, muletillas y sentencias lapidarias para la historia del filón. “¿Sufrimiento? Aún no has visto nada”. “Enhorabuena, sigues con vida”. “Este lugar se convertirá en tu tumba”. “Las reglas son sencillas”. Y su cierre famoso, diabólico e irónico: “Let the Games Begin”. Luego, lo conocimos de cuerpo presente, bajo el nombre de John Kramer, personificado por el imprescindible, Tobin Bell. Así tampoco nos defraudó. Le cogimos respeto de una. Simbolizó el auge de la porno tortura en el tercer milenio. Capaz le tocó sintetizar las escabechinas y matanzas absurdas de su tiempo convulso, signado por guerras, polarizaciones y la sobreexposición mediática de la crueldad(Abu Grahib). Expresión de las inseguridades, los temores, las revanchas implacables y los impredecibles estallidos de violencia de la contemporaneidad.

10) El Terrorista

No tiene rostro. Se filtra por las redes piratas, ataca por la espalda, se enmarca en el contexto de los conflictos bélicos de hoy en día (el choque de las civilizaciones). Estimula la desconfianza, la paranoia, la totalidad como conspiración, el daño colateral, el ojo por ojo. Se le asocia al fundamentalismo islámico, a las cruzadas contemporáneas, al extremismo musulmán, a las amenazas latentes de los viejos fantasmas del fascismo de izquierda y derecha. Bin Laden es uno de sus arquetipos visibles en la pantalla. A sus atentados, le dedican varias cintas, documentales, largometrajes y series. A partir del once de septiembre, se declara su progresiva extrapolación a la industria del mainstream, del indie, de los circuitos alternativos. “V de Vendetta” lo transforma en una antihéroe de lo cool, enfrentado al poder de un gobierno distópico, a lo 1984. Lo condenan a diestra y siniestra en infinidad de títulos, por medio de sus antecesores, imitadores y copycats. Su espectro se palpa y siente en “Carlos”, “La Noche Más Oscura”, “El Francotirador”, “Argo”, “Paradise Now”, “El Esclavo de Dios”, “Munich”, “The Baader Meinhof Complex”, “La Guerra de los Mundos”, “Vuelo 93” y “World Trade Center”. En “Team America” se burlan del tema. “The Dark Knight” le da un giro iconoclasta y lo desglosa con todos sus dilemas. En resumen, clausura un ciclo de manera inquietante, porque es una realidad llamada a superar a la ficción, a desbordarla, a contagiarla como un fenómeno viral, como una enfermedad incurable. ¿Una pesadilla sin remedio con acciones y reacciones de lado y lado? ¿Un karma? Tras “Yo Soy Charlie”, no hay lugar a la duda. El antagonista del súper héroe es un potencial terrorista. Nos fragmenta, nos divide, nos sume en la tragedia y el pánico. En pocas palabras, un asesino en serie a la vuelta de la esquina. Dentro y fuera de la sala oscura. A cuidarse.

Lee la primera parte de este artículo aquí.