La otra cara del filme más ganador de la reciente edición de los Oscar.
Mad Max: Fury Road, más reciente entrega del universo creado por el australiano George Miller, es sin duda una de las mejores películas de 2015 (de hecho, según la crítica, fue la que mejores reseñas cosechó). Sin embargo, el intrincado proceso de realización del largometraje trajo consigo más destrucción de la planteada en el filme.
Después de ser la absoluta ganadora de la reciente edición de los premios de la Academia, las críticas por la destrucción que trajo al desierto de Namib, en Namibia, no se hicieron esperar.
Locales y ambientalistas por igual se hicieron eco de las acusaciones a la producción que afirman que la película destruyó Namibia, afectando su vida silvestre para crear nuevos caminos de tierra y devastando uno de los desiertos más antiguos del mundo, estimándose su nacimiento alrededor 50 y 80 millones de años atrás.
Si bien la película aportó 27 millones de dólares a la economía del país, dio empleo a 900 habitantes de dicha nación africana y pagó 150 millones de dólares namibios en impuestos, una buena noticia para ellos, en el apartado ecoambientalista no merecerían ni una nominación.
Tomy Collard, uno de los guías turísticos de la zona donde se realizó el rodaje, afirma que el filme fue grabado en una parte muy sensible del cinturón de dunas del desierto, dejando huellas de neumáticos que tardarán décadas en desaparecer en partes que hasta ese momento nunca habían sido tocadas por el hombre.
Esta zona recibe menos de la mitad de una pulgada de lluvia al año, haciéndola una de las regiones más áridas del planeta, algo que provoca que la escasa más no inexistente vida vegetal y animal dependa de la humedad del océano.
Lo que más impotencia causó a los locales es que intentaron eliminar estas marcas mediante el arrastre de redes, lo cual acabó con algunas plantas únicas que se daban en el lugar. Collard y otros guías turísticos afirman tener evidencia fotográfica que muestra lo difícil y, en algunos casos, imposible, que será rehabilitar el paisaje del desierto de Namibia.
En 2013 ya había aparecido un informe ambiental informando de los daños que había dejado la producción, que tomó Namibia por una gran parte de 2012. El texto incluye que la consulta pública del rodaje en dicha región para aprobarla fue insuficiente y que el permiso de grabación fue concedido antes de que se aprobara una nueva legislación ambiental que lo prohibiría.
Miller y su equipo estuvieron al tanto del daño que hicieron y, arrepentidos, contrataron a un grupo de científicos que poco pudieron hacer para repararlo. La Comisión de Cine de Namibia negó en varias ocasiones cualquier problema durante el rodaje y dijo que se habían cumplido todos los requerimientos medioambientales.