En Marzo de 2016, el director iraní Abbas Kiarostami fue hospitalizado de urgencia por un cáncer gastrointestinal y sometido a dos operaciones acusadas de mala praxis médica, que derivaron en un coma del que nunca despertó el realizador. Tenía 76 años y una carrera cinematográfica impecable en un país donde muchas veces es delito hacer cine. Pero Kiarostami siempre, con un ojo privilegiado y una voz ingobernable, dijo lo que quiso, bajo sus propias reglas.
Desde principio de los setenta, Abbas participó en alrededor de 40 largometrajes, siendo representante clave de la Nueva Ola Iraní, movimiento cinematográfico en dicho país inspirado por la Nouvelle Vague, para el que aportó poesía tanto en diálogo como en imágenes, abordando asuntos filosóficos y políticos en sus trabajos.
Su estilo siempre fue bien claro: niños como protagonistas en gran parte de sus películas, diálogos donde recitaban poemas de autores como Omar Khayyám, Sohrab Sepehri o Forough Farrokhzad, conexiones entre el pasado y el presente, conversaciones dentro de vehículos, planos secuencias sin interés de grandilocuencia audiovisual, sus exploraciones sobre la vida y la muerte, los lugares rurales elegidos para el transcurrir de sus historias, un espectacular uso de los silencios, su arbitrario quiebre de las convenciones del cine para crear su propio lenguaje y referencias a su propio trabajo. Minimalismo autoimpuesto y cada vez más exacerbado, con el fin de contar pequeñas historias, acrecentando su tamaño gracias a su temple como director. Un autor y artista a partes iguales.
Su narrativa siempre destacó por tener un corte de documental, a pesar de no ser documentales per sé. “No podemos acercarnos a la verdad excepto a través de la mentira” decía Kiarostami sobre su estilo de narrativa que mezclaba la ficción y el documental. Sin embargo, estos términos no existían en su vocabulario y prefería llamarlos, simplemente, evidencia. Asimismo, el patrón recurrente en sus películas, la vida y la muerte, es tratado desde un punto de vista donde no necesariamente son opuestos, sino que se complementan. El suicidio, la fuerza del humano frente a situaciones adversas y su resiliencia para superarla constituyen también parte importante de su obra.
Una vez entrado en el siglo XXI, el aporte de Kiarostami llegó al cine digital gracias a dos cosas: la primera es el digital micro cinema (cine de presupuesto ínfimo aliado de la producción digital) y la segunda es que dejó claro que cualquier persona con una cámara puede aportar al desarrollo del séptimo arte. Para Kiarostami, las cámaras más pequeñas y simples sacaban las mejores actuaciones. Es por ello que a medida que fue avanzando su carrera, optó por sobreponer la carga dramática y realismo de las interpretaciones de sus actores (a menudo, personas sin experiencia actoral) por encima de la resolución de sus imágenes.
Kiarostami también decidió quedarse en Irán en pleno ascenso de los fundamentalistas islámicos que quemaban cines en Irán en señal de rechazo a la “decadencia y pornografía occidental”, algo que le motivó aún más a quedarse en su país y hacer resistencia a través de su cine. A pesar de no haber sido vetado de la realización oficialmente como otros directores (por ejemplo, Jafar Panahi), sí tuvo que regirse a las normas, que no permitían cosas como violencia o demostraciones de afecto explícitas, y sufrió veto de algunas de sus películas sin razón oficial (en Irán incomodan las historias protagonizadas por mujeres, por ejemplo). Sin embargo, que en Irán no se viera gran parte de su filmografía, no impidió que su cine saliera del país, llegando a conseguir premios como la Palma De Oro en Cannes por su película Taste of Cherry (1997).
Este año, Cannes pudo ver 24 Frames, su último trabajo antes de morir, donde junta fotografías tomadas por él mismo que son proyectadas por 4 minutos y 30 segundos cada una, imaginando un antes y un después del momento donde se tomaron. Un ejercicio poético, que solo pudo salir de una mente que veía el cine mucho más allá de mero entretenimiento. Esta visión del cine también se pudo palpar en sus facetas como poeta, fotógrafo, pintor, ilustrador y diseñador gráfico.
El cine de Kiarostami no es para todos y él lo entendía. A menudo decía que disfrutaba cuando la gente se queda dormida viendo sus películas, puesto que es también una reacción que puede causar una cinta, así como las risas, la tensión y demás emociones. Sin duda, su firma es valiosa para el desarrollo del cine desde sus comienzos y dejar pasar la oportunidad de presentarlo a nuevas generaciones, es una auténtica falta de respeto para cualquier amante del cine. Es por ello que hoy traemos una lista de 11 largometrajes dirigidos por Abbas Kiarostami que sirven de introducción a la carrera de uno de los autores más influyentes e importantes de Irán y del mundo en los últimos 40 años, al tiempo que exploramos su estilo e importancia para el desarrollo del cine desde su aparición hasta su muerte.
1. Close-Up (1990)
Una película donde se mezcla el lenguaje de la ficción y la no ficción presentándonos una historia real recreada por sus protagonistas reales, en donde vemos cómo Hossain Sabzian se hace pasar por el director de cine Mohsen Makhmalbaf para convencer a una familia de protagonizar su supuesta nueva película.
2. Certified Copy (2010)
Su primera película grabada completamente fuera de Irán. En ella, un escritor inglés (William Shimell) se encuentra promocionando su nuevo libro en Italia, y se encuentra con una mujer francesa (Juliette Binoche) que lo guía por el pueblo de Lucignano, en Toscana.
3. Taste of Cherry (1997)
La cinta que le ganó la Palme D’Or a Kiarostami, nos muestra el viaje de un hombre buscando a alguien que lo ayude a suicidarse y vele por su entierro, en el que conoce a una serie de personajes que le acompañan en su viaje.
4. La trilogía Koker (1987, 1992 y 1994)
Where Is the Friend’s Home? (1987), Life and Nothing More (1992) y Through the Olive Trees (1994) conforman esta trilogía hecha por Kiarostami después del terremoto de Koker, en el norte de Irán.
La primera trata sobre un chico de 8 años que toma sin querer un libro de uno de sus compañeros y debe devolverlo, pero el amigo es castigado y expulsado del colegio.
La segunda versa sobre un director y su hijo que viajan a la región afectada por el terremoto, donde perdieron la vida más de 40.000 personas, con la esperanza de encontrar a los niños que protagonizaron una de sus películas años antes.
La tercera es mitad ficción, mitad documental sobre el rodaje de Life and Nothing More, donde muestran la llegada del equipo de rodaje llegando al pueblo al norte de Irán para hacer una película. Se enfoca en Hossein, un muchacho del lugar que trabaja de ayudante y tiene un pequeño papel en la película, en la que también actúa una chica de la que está enamorado, pero sus padres lo rechazan por su estatus económico.
5. Homework (1989)
Un documental donde un aterrador Kiarostami muestra su faceta más oscura e interroga a unos niños sobre sus tareas escolares.
6. The Wind Will Carry Us (1999)
El rodaje de una película en un pequeño pueblo kurdo-iraní provocará estragos entre sus habitantes, quienes inician una revolución pues están convencidos de que los miembros del rodaje son en realidad buscadores de un tesoro que se halla en el cementerio local.
7. Ten (2002)
Una ficción presentada a modo de documental donde el único escenario es un vehículo. En ella, vemos a una chica que maneja y mantiene 10 conversaciones con personas diferentes para hacer un examen social de Irán. Para esta película, por obvias razones, Kiarostami no estuvo presente durante ninguna de las conversaciones, por lo que le dio algunas indicaciones a los actores (ninguno de ellos entrenados en este arte) y les permitió que improvisaran durante su viaje. Algo similar hizo Jafar Panahi en la fantástica Taxi Teherán (2015).
8. The Traveler (1974)
De sus primeras obras maestras. Acá vemos como un chico al que sus padres no le prestan atención, decide mentir, estafar y robar para reunir el dinero suficiente que le compre un pasaje de autobús para ver a su equipo de fútbol favorito.